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Segunda Época | Mes SEPTIEMBRE/2016 | Año 2 | No. 18

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Mayor general José Manuel Capote Sosa

Ludín B. Fonseca García

El general Capote y los complejos años republicanos

Aldo Daniel Naranjo Tamayo

Testimonio de patriotismo excelso

Miguel Antonio Muñoz López

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Mayor general José Manuel Capote Sosa

Ludín B. Fonseca García

El 16 de septiembre de 1836 nació en Bayamo José Manuel Capote Sosa. El aporte fundamental que realizó a la formación de la nación cubana consistió en consagrar su vida para que la patria alcanzara la independencia de España.
Capote se alzó en el Mijial, levantamiento que estuvo organizado por Luis Figueredo. Participa en la toma de Bayamo entre los días 18 y 20 de octubre de 1868. Más tarde combate contra la columna de Campillo procedente de Manzanillo y Valmaseda de Camagüey, que intentaban recuperar la ciudad nombrada luego Monumento Nacional.
El 30 de agosto de 1870, mientras operaba en tierras de Ignacio Agramonte bajo las órdenes del mayor general Máximo Gómez, es ascendido a comandante. Este bayamés combatió en la batalla de las Guásimas y del Naranjo, para el 22 de septiembre de 1876 merece el grado de teniente coronel, asimismo le asignan el mando del Regimiento Bonilla.
Bajo las órdenes de Vicente García participa en la toma de Las Tunas. En 1878 alcanza el grado de coronel. En tierras de Puerto Príncipe lo sorprende el Pacto de Zanjón, sin embargo, no existe ningún vínculo entre Capote Sosa y los zanjonistas.
Al marcharse Máximo Gómez de la Isla dio por terminada la guerra y retorna a su tierra natal, a reiniciar sus labores agrícolas en la finca que poseía en la cuchilla que forman los ríos Bayamo y Cautillo.
Es Capote uno de los primeros oficiales que bajo las órdenes de Máximo Gómez rompe con el regionalismo y localismo, mal que tuvo consecuencias nefastas para la causa independentista. Durante la guerra del 68 ese bayamés solo combatió en su terruño por dos años y los restantes ocho los hizo en Camagüey y Las Tunas.
En el período de Tregua Fecunda se preparó para el reinicio de la guerra con la participación de las viejas y nuevas generaciones, la etapa sirvió para definir políticamente a los de la guerra anterior; se incorporaban al nuevo proceso revolucionario o se autoexcluían. Debe aclararse que las decepciones existieron, pero la disposición por continuar la lucha predominó.
Uno de los continuadores fue José Manuel Capote Sosa, quien no pudo materializar su alzamiento al ser reducido a prisión el 26 de agosto de 1879. Después de un largo peregrinar, comenzó a guardar prisión en Cádiz el 26 de noviembre de ese mismo año. El 1 de diciembre es liberado, con la condición de no poder salir de la ciudad y en mayo de 1880 es trasladado a Chafarinas. En julio de 1883 es indultado por el Gobierno Español y se le permite regresar a Cuba.
La percusión, el espionaje, la deportación, no fueron óbice para que este renunciara a su ideal independentista. En 1890, junto a Bartolomé Masó, participa en una conspiración liderada por Antonio Maceo. El 24 de febrero de 1895 se alza en su finca rústica con más de 40 hombres. A diferencia de lo ocurrido en 1868 esta nueva etapa de lucha revolucionaria es iniciada por los sectores bajos y medios de la sociedad y quienes alcanzaron altas posiciones durante la anterior contienda.
Capote Sosa empieza la contienda de 1895 como coronel y el 4 de junio de ese año, es general de brigada por disposición de Máximo Gómez. El 16 de diciembre de 1896 a general de división y finalmente en 1897 se le otorga el grado de mayor general.
La relación entre Gómez y Capote se había visto truncada después del Pacto del Zanjón y cuando este último, después del desembarco por Playitas, comienza el avance hacia la región central de la Cuba, Capote tiene la misión de apoyarlo. El 2 de junio se encuentran en el campamento de la Mala Noche y durante el periodo en que estuvieron juntos atacan Santa Cruz, Altagracia, el campamento El Mulato, toman el pueblo de San Jerónimo y se separan definitivamente el 21 de septiembre de 1895 luego de participar en el ataque de Cascorro.
En junio 1896 es designado Jefe de la Tercera División del Segundo Cuerpo que comprendía la jurisdicción de las Tunas y Holguín Occidental. Este puesto lo ocupará hasta la culminación de la guerra en 1898. Capote Sosa, como jefe, desarrolló acciones militares que contribuyeron a consolidar las posiciones ofensivas que tenía el Ejército Libertador en la región oriental: Las Pelonas, Lavado, Lajas, La Zanja, Guáimaro, Las Tunas, Guisa y Bayamo. 
Con su división, integrada por más de 1000 hombres, estuvo presente en las luchas desarrolladas en  Santiago de Cuba y que definieron la derrota del colonialismo español en La Mayor de las Antillas. Después de haber sido ocupada Santiago se retiró con Calixto García a Jibara y continuó con acciones militares hasta que Cuba es ocupada por el ejército norteamericano.
Durante la república, no vivió de la política como lo hicieron otros “generales”. Mantuvo sus posiciones independentistas y continúo la lucha contra las ambiciones de quienes traicionaban a la patria.
En la ciudad de Bayamo circuló un pasquín firmado por él en el cual combatía a los antiguos reformistas:
“Esos parias, a quienes perdonamos y compadecemos, en vez de llorar sus desgracias solitariamente haciendo meritos para conquistar el glorioso nombre de cubano, esos parias, repetimos, quieren en esa sus absurdas ambiciones políticas arrebatarnos nuestros derechos y representar en cargos electivos y destinos públicos a la Patria que tanto combatieron”.
El 11 de noviembre de 1934 a las cuatro de la madrugada expiró en su morada José Manuel Capote Sosa, a la edad de 98 años. Estuvo expuesto en capilla ardiente desde la madrugada del domingo 11 hasta la mañana del día 12, su cadáver fue sepultado en la Necrópolis de Bayamo. El fallecimiento del patriota conmocionó a la sociedad bayamesa que le rindió tributo.
La primera medida tomada por el teniente Rafael Ferrer, Alcalde Municipal, fue declarar duelo local por tres días, las fachadas de las sociedades, oficinas del municipio y del Estado exhibían banderas a media asta y crespones negros. Vinieron a Bayamo: el representante del Presidente de la República Carlos Mendieta, el Gobernador de la Provincia y Juan Bue Frías de la Gran Logia de Cuba.
Su féretro, se depositó en un sarcófago bronceado cuyo tendido y servicio fue ofrecido por la agencia funeraria “La Caridad”. Antes de salir el cortejo le habían rendido guardia de honor, sus familiares, miembros de la Logia “José Antonio Saco” a la cual pertenecía, el Escuadrón 35 del Cuartel Céspedes de Bayamo, el colegio médico, las maestras y miembros del Ayuntamiento encabezados por el Alcalde.  En un tren militar fueron traídos de Santiago de Cuba 150 soldados de infantería del regimiento Maceo y una banda de música para rendirle honores militares. 
A las diez de la mañana partió el sepelio con el siguiente orden: policías, banda del ejército, compañía de Infantería, carroza con los restos, Banda Municipal, 12 coches que conducían las ofrendas florales, masonería, y el pueblo en general.  Más de tres mil personas le rindieron honor. Un avión piloteado por Salvador Solozano sobrevolaba el cortejo arrojándole flores al sarcófago. Al pasar frente a la Logia “José Antonio Saco” se hizo una breve parada ejecutándose los himnos Nacional y Masónico. Se deposito sobre el sarcófago, la bandera masónica además de la nacional. El duelo fue despedido en “La Guariana” por el doctor Blas Domínguez.
El público desde las calles, balcones, azoteas, le decía el último adiós. Su cadáver fue sepultado en el panteón de sus familiares. Antes de proceder a enterrarlo se realizaron los honores militares correspondientes a su jerarquía y los rituales masónicos.

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El general Capote y los complejos años republicanos

Aldo Daniel Naranjo Tamayo

Cuando en agosto de 1898 concluyó la guerra hispano-cubana, con la intervención de los Estados Unidos en la contienda, el mayor general José Manuel Capote Sosa era un célebre dirigente militar, tal vez el segundo hombre más caracterizado de las fuerzas del Departamento Oriental, es decir, la mano derecha del mayor general Calixto García Iñiguez.
Había sido un esforzado combatiente por la libertad de su patria desde octubre de 1868, actuando en todo momento con disciplina, valor y lealtad a los principios de la Revolución. Tenía en este momento sesenta y dos años, una edad madura y reflexiva, lista para cumplir el sueño de edificar la patria nueva.
Como lo percibieron algunos patriotas íntegros, el general Capote sintió una gran indignación frente a la ocupación militar del país por las tropas de los Estados Unidos. En Bayamo se escucharon voces de repulsa a los yanquis, alentadas por él y los coroneles Manuel Planas y Elpidio Estrada. Incluso llegaron a hablar de la posibilidad de una guerra de expulsión de los intrusos.
Sin embargo, Máximo Gómez y Calixto García, laboraron para licenciar el Ejército Libertador, con lo cual se perdió la posibilidad de contar con un cuerpo armado para la defensa de la los ideales revolucionarios.
José Manuel Capote, también,  puso su empeño en la reconstrucción de la histórica Bayamo y la recuperación de su otrora emporio ganadero. En este sentido, recuperó su hacienda La Estrada y algunas estancias. Habilitó una mansión en la céntrica calle Martí, marcada con el no. 119, convertida en su cuartel general.
Durante el desarrollo de estas actividades llegó a sus manos el telegrama que lo nombraba Alcaide de la cárcel de Santiago de Cuba, es decir, debía asumir el mando del presidio provincial de Oriente. En estas funciones se mantuvo durante un año y medio.
Capote militó en diversas agrupaciones partidistas, pero prefería que lo considerasen un republicano convencido.  Bien que pudo integrase a la nueva oligarquía local, fundada en la posesión de grandes lotes de tierra y comercios, pero a su edad prefirió la vida tranquila del hogar, la familia y la fortuna. En los ejidos de Bayamo, la tierra del procomún desde la época colonial, Capote obtuvo en arrendamiento dos lotes superiores a las 65 hectáreas.
De esta forma, sus posesiones y alquiladas llegaron a unas cuarenta caballerías de tierras, dedicándolas a la crianza de ganado vacuno y la siembra de cultivos varios. Pero no llegó a ser un potentado hacendado ganadero al estilo de Manuel Plana, Gilberto Santisteban y Elpidio Estrada.  
Sin embargo, las primeras elecciones presidenciales en Cuba, lo sacaron de la reserva política. En estas jornadas decisivas quiso dar su voto por Tomás Estrada Palma, al que consideraba la mejor garantía para la inversión extranjera y el cumplimiento del proyecto nacional-liberador.
La lid fue ganada por Estrada Palma, quien se mantenía aún en los Estados Unidos. El 20 de abril de 1902 el primer magistrado llegó por el puerto de Gibara, pues quería visitar primero a Bayamo, su tierra natal. Hasta Cauto Cristo acudió a recibirlo una numerosa e imponente caballería, al mando de Capote, Jesús Rabí y Saturnio Lora.
En las 48 horas que se mantuvo en la ciudad, Estrada Palma avanzó algunas ideas de su plataforma de gobierno. Decía que había llegado la hora de regenerar a Cuba y garantizar el bienestar de la población. Quería tener en los ministerios hombres emprendedores y de una correcta moral pública. Pedía a todos tener los brazos listos para lo que pondría en práctica. Ante esta expresión, el general Capote dijo con orgullo que contaba con sus dos brazos mambises, que aunque viejos, todavía podría levantar muchas escuelas y hospitales. 
Aunque la administración de Estrada Palma contó con el honesto concurso en su gabinete de los ilustres bayameses Diego Tamayo Figueredo en Gobernación y el periodista Eduardo Yero Buduén en Instrucción Pública, faltaron las escuelas y los hospitales. El pueblo siguió en su analfabetismo crónico y moría de enfermedades curables por falta de médicos y medicinas.
Frente al cuadro servil del estradismo, Capote no se ocultaba para confesar su pena por la elección de Estrada Palma en el timonel del Estado. Por eso, cuando en noviembre de 1904 el presidente quiso postularse para un nuevo mandato por el Partido Moderado, encontró la ardiente repulsa del viejo general de las tres guerras. No obstante, Estrada Palma se hizo del gobierno mediante el fraude, la coacción y el soborno. En Bayamo, como en otras partes del país, se produjeron alzamientos contra la continuidad de un gobierno tal viciado y desacreditado. 
Para poner orden en el caos regional salieron hombres al mando de los generales Jesús Rabí y José Fernández de Castro. Cuando Rabí pidió a Capote su concurso, la reacción del veterano fue ceñuda, porque no pondría sus manos en nada que condujera al continuismo en Palacio de don Tomás. En tanto, Estrada Palma cerró las puertas a toda solución pacífica del conflicto y renunció sin procurar la posibilidad a una legítima sucesión presidencial. De esta forma la primera magistratura quedó acéfala y el gobierno estadounidense decretó la segunda intervención militar en el país. Esta sucia jugarreta lo hizo mucho más odioso entre sus paisanos.  
Capote tomó parte activa en la lucha por los derechos de negros y mulatos, la que se hizo más viva con la llegada a la presidencia del país del general villareño José Miguel Gómez. La discriminación racial era tan grande que, en mayo de 1912, cientos de hombres afectados se alzaron en la provincia de Oriente. El gobierno movilizó contra ellos numerosas fuerzas militares con la orden de ser implacables. Los negros morían masacrados bajo las balas y el filo de los machetes, sin ser ninguno sometido a juicios.
La descripción de semejantes crímenes lo indignó, con sus setenta y ocho años de edad, organizó el Cuerpo de Voluntarios de Oriente para salvar la vida de los alzados y que fuesen presentados a los tribunales. En el libro Panorama de la República en Bayamo (1898-1925) ilustramos esos tristes sucesos y ponderamos la gran valía de Capote, el que actuaba para detener la sangrienta venganza y avizoraba que se podía llegar a un entendimiento entre el gobierno y los sublevados.   
Poco después terminó esta guerrita, pero no por un pacto con el gobierno miguelista, sino por el desembarco de tropas norteamericanas. En Bayamo se preparó una medalla en la cual simbólicamente se entrelazaban una mano blanca y una negra. En acto público le fue entregada esta distinción al alcalde municipal Manuel Plana y a los generales Capote y Rabí.  
De nuevo la zozobra política estremeció a Cuba en 1912 con la llegada al poder supremo del general conservador Mario García Menocal, con muchas simpatías en Oriente. Después de una administración corrompida, en enero de 1916 solicitó un nuevo mandato. A través de la maquinaría del fraude y el cohecho logró ser reelecto. Entonces Menocal quiso rodearse de hombres de mérito en cada provincia para apuntalar su poder, que venía siendo combatido por los liberales.
Por esta razón llamó a su lado a José Manuel Capote, incluso para que formara parte de su gobierno, como un importante funcionario en la Secretaria de Agricultura. El viejo mambí rechazó la petición por creer que ese gobierno no oía bien el clamor popular y que al frente del Estado debían estar sujetos competentes y amantes de las libertades del pueblo.
Entonces los opositores políticos desataron la guerrita conocida como La Chambelona.  En Bayamo prendió la chispa el 13 de febrero de 1917 con el alzamiento del comandante mambí y alcalde municipal Gilberto Santisteban. Equivocadamente se ha escrito que Capote se alzó contra el continuismo palatino de García Menocal, él sólo simpatizó con la actitud de Santisteban de expulsarlo del poder mediante las armas, no salió al campo ni libró ningún combate contra las fuerzas conservadoras.
A pesar de que los años le comenzaban a pesar en el organismo, aún tuvo fuerzas para luchar porque la carretera central pasara por su ciudad, intentar que se pavimentaran las calles y evitar la continuidad presidencial de Gerardo Machado. Incluso en 1927 formó pare de una comisión que viajó a La Habana para disuadir al general santaclarero del desacertado paso y abortara el llamado cooperativismo político.   
Uno de los desatinos en torno a su vida en esta época es decir que  fue alcalde municipal de Bayamo, porque en ningún momento salió elegido y ni siquiera hizo alguna vez postulación para el codiciado puesto; ni siquiera lo tuvo en sus manos interinamente.
En la vejez el general Capote recibía muchas visitas en su casona de la calle Martí para escuchar las estremecedoras historias de las gestas independentistas y luchas sociales y políticas de los primeros años de la República burguesa.  El 25 de mayo de 1934 el gobierno de José Vinajera le confirió la Orden al Mérito Carlos Manuel de Céspedes con el grado Gran Cruz, por los grandes servicios prestados a la patria.
La muerte le sobrevino en su regia morada, en Bayamo, el 11 de septiembre de 1934, cuando todo el mundo esperaba poderle celebrar el centenario de su natalicio.

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Testimonio de patriotismo excelso

Miguel Antonio Muñoz López

Entre las fuentes del conocimiento histórico se encuentran los documentos escritos por los protagonistas o testigos cercanos de los grandes acontecimientos. Pliegos muchas veces ajados por el paso del tiempo, el uso excesivo o el manejo negligente, que constituyen fuentes historiográficas inapreciables para el investigador. En una ciudad como Bayamo, que ya supera el medio milenio de existencia, no podía faltar ese legado histórico-documental; aunque limitado por la quema heroica de 1869, que destruyó una parte considerable de los archivos existentes en la época. Sin embargo, sobrevivieron algunos legajos valiosos que, conservados celosamente por familias o instituciones públicas, han llegado hasta nuestros días.
Un ejemplo de ello es la colección de documentos que atesora el Museo Casa Natal Carlos Manuel de Céspedes, relacionados con la personalidad de José Manuel Capote Sosa (1842-1834), patriota bayamés participante en las tres guerras por la Independencia de Cuba durante el siglo XIX. Doce folios integran ese relevante muestrario, entre los que se incluyen manuscritos originales del propio Capote Sosa y documentos impresos por entidades públicas. Cada uno de ellos aporta datos novedosos acerca de la vida del prócer bayamés, o confirma otros ya conocidos por la historiografía moderna. Resaltan del conjunto dos certificaciones de ascenso militar, emitidas por el Consejo de Gobierno de la República de Cuba, a los grados de General de Brigada (fecha: 16 de diciembre de 1896) y Mayor General (fecha: 30 de agosto de 1897), respectivamente; que testimonian los grandes méritos alcanzados por Capote en el campo de batalla. Emociona contemplar esos documentos, con la impresión ya difusa por su antigüedad, pero donde aún se pueden distinguir los signos y sellos del gobierno cubano en armas.
Muy interesante resulta una carta del patriota holguinero Calixto García Íñiguez, lugarteniente general del Ejército Libertador de Cuba, dirigida a Capote en fecha 3 de marzo de 1897, referente a un proceso judicial seguido contra algunos mambises por colaborar con el enemigo, al permitir la entrada de ganado desde el campo insurrecto hacia las ciudades ocupadas por las fuerzas españolas. Ello constituía una grave violación de la política implantada por el mando militar insurrecto, que prohibía cualquier trato o comercio con el ejército colonialista. García confirma las acciones seguidas por Capote, y le pide que ponga a disposición de su autoridad superior a cualquier individuo que violase lo establecido.
Para finalizar, transcribimos íntegramente una carta del general Capote al coronel Carlos Mendieta Montefur, en relación con la complicada situación político-social que vivía el país luego de la caída del régimen machadista; lo que demuestra  el patriotismo y civismo del excelso bayamés; quien, a pesar de su avanzada edad, se preocupaba por los destinos del país.

Bayamo, Oriente, 30 de agosto de 1933
Al coronel
Dr. Carlos Mendieta,
15, entre I y J, Vedado,
Habana.
Mi estimado amigo y compañero:
          Ante todo, mis parabienes más sentidos por su retorno a la patria querida, después de los largos meses de exilio en país generosos y amigo.
          A muy avanzada edad pues soy casi centenario, muy enfermo a consecuencia de los viejos achaques de la guerra recrudecidos en la paz y casi en la mayor indigencia, vuelvo los ojos aún a todos los cubanos de buena voluntad como usted que aún pueden luchar por Cuba para pedirles que no desmayen en el esfuerzo emprendido de consolidar el triunfo para la salvación de nuestras instituciones y la perdurabilidad de la patria.
          He seguido paso a paso los últimos acontecimientos desde mi cama de enfermo, y estoy preso de la mayor inquietud al observar la serie de ambiciones y apetitos desenfrenados que se han desatado al caer el régimen anterior y que tan funesto fuera para todos.
          Creo que solamente un esfuerzo muy grande y la mayor dosis de patriotismo en los hombres que como usted tiene un gran ascendiente en la opinión pública podría salvar a nuestra patria de caer en un peligroso estado de demagogia y radicales extremismos.
          Conozco de todo su inmenso amor a Cuba y sé que todas las energíias [sic] que le restan las dedicará  a la consoludación [sic]  del triunfo obtenido; y si en ese empeño patriótico crée  [sic] que este viejo compañero puede servirle de algo, cuente incondicionalmente con mi modesta ayuda.

Lo abraza su viejo amigo y compañero.
(Aparece firma autógrafa del autor)   

Lamentablemente, el patriotismo que Capote le imputa a Mendieta no era superior al posicionamiento ideo-clasista de este último, tal como se demostraría con su actuación posterior; que contribuyó a frustrar el impulso popular y antimperialista de la revolución del 30. Al igual que muchos veteranos de la Independencia, Carlos Mendieta tenía una concepción de patria muy alejada del radicalismo que Villena, Antonio Guiteras y otros luchadores sociales de la época le imprimieron al movimiento revolucionario. Quizás antes de morir, el viejo general bayamés tuviera oportunidad de comprender la verdadera catadura de Mendieta y otros aprovechados de entonces, actores principales de la vergonzosa “mediación” de Summer Welles embajador norteamericano en La Habana. De todas formas, ello no resta ni un ápice al acendrado patriotismo de Capote, ni al valor patrimonial del documento más arriba reproducido, testimonio efectivo de una etapa compleja de la historia nacional.

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Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2016
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